Esta semana emitimos desde el confinamiento, durante el estado de alarma. Como un camaleón, con un ojo para cada lado, miramos al pasado y al futuro a la vez y somos conscientes de la ofensiva de control social que nos viene encima. Y como buen camaleón, intentamos mimetizarnos con el paisaje para pasar desapercibidos al ojo del Gran Hermano.
La pandemia nos confina en nuestras casas, y el tiempo queda en suspenso. Pero ojo, el capitalismo sigue ahí fuera, y sus colmillos brillan con especial ansia estos días. El neoliberalismo afila sus cuchillos. Algunos se frotan las manos, sin jabón. Acicalan sus trajes, desempolvan sus sombreros de copa y rellenan el chisme ese donde llevan sus puros. Este cuento ya se ha contado anteriormente: lo que para muchos es una crisis, para algunos es una oportunidad.
El poder político y militar mantendrá su posición al final de la crisis sanitaria y política que vivimos. Y vendrá su crisis económica, donde también habrá poderes económicos que querrán mantener su posición, es más, algunos querrán mejorarla, aumentar su dominio, incrementar sus beneficios. Estos años atrás las sucesivas reformas laborales les han dotado de herramientas suficientes para precarizar el empleo, y traspasar sus pérdidas a los trabajadores en forma de ERTEs, o de EREs, según se tercie.
La guerra entre las rentas del capital y las rentas del trabajo continúa.
De lo primero que vimos en esta crisis fue el asalto al Mercadona, pasando por caja, eso si. Lamentablemente pertrechados con todo el papel del culo que era posible, y de paso con legumbres, arroz, pasta y unos avecrems en el bolsillo para no perder la costumbre. El miedo se expande mucho más rápido que el virus, eso quedó claro. Y también quedó claro quién tiene el control. Policía Nacional, Guardia Civil, munipas… a los que se añade el ejército en la calle. No solo la UME, también otras tropas. El Jefe del Estado Mayor de la Defensa, Miguel Angel Villaroya, todos los días en la tele. Ellos toman las calles, y tienen el control. Pero recordad, nuestros aplausos no son para vosotros. No lo serán nunca.
La expansión del miedo, como un milagro, hace que la población acepte todo tipo de medidas que restringen las libertades individuales, si se lanzan en pos de la seguridad, incluso de la supervivencia, de la población. El terreno está abonado para que nos controlen la posición, nos espíen nuestras comunicaciones, nos tomen la temperatura, y metan en nuestros teléfonos códigos que certifiquen nuestra salud para poder movernos. Tus mails, tus aplicaciones sanitarias, tu tele, tus videollamadas, tus búsquedas, tus redes sociales… todo está vigilado por el Gran Hermano. Los podcasts que te bajas también, así que si estás oyendo esto, estás en el lado de los malos.
Recordamos cuando, en el 2000 estuvimos de temporeros en Holanda, y sufrimos en nuestras propias carnes de perro el control social del norte de Europa: el control y el orden garantizan la supervivencia del grupo. Una idea muy alejada de lo que sentimos mayoritariamente en el sur de Europa.
Más o menos por esa época comienza la reestructuración de los ejércitos más avanzados de occidente para ser más eficientes: aumentan la inversión en tecnología y privatizan servicios, para matar más por menos dinero. Así nacen las EMPS (Empresas Militares y de Seguridad Privadas) que han cometido todo tipo de desmadres en zonas de conflicto. Participaron en las torturas de la prisión de Abu Ghraib en Irak, también en Bagrán y Kabul, en Afganistán y traficaron con menores en Bosnia. Nunca han sido juzgados ni mucho menos condenados.
Sin irnos tan lejos, miramos de reojo a la aplicación que ha lanzado estas semanas la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, y que tomará el Ministerio de Sanidad como referencia para diseñar la suya propia. Bajo la supuesta función de ayudarnos a combatir la pandemia y protegernos de contagios, expía nuestra geoposición, nuestros contactos y relaciones y lo comparte con las empresas privadas que han colaborado en el desarrollo de esta app. ¿Es esto realmente necesario?
Tampoco nos extraña, viendo lo que ocurrió en EEUU en 2001 después de los atentados contra las Torres Gemelas. La NSA (Agencia de Seguridad Nacional) suspendió de facto libertades individuales, que luego no han vuelto. En favor de la seguridad, se legitima el espionaje de llamadas, y la red de espionaje Echelon hace su agosto. El terreno está abonado para el control y la represión.
También en España. En 2001 se dedicó la primera partida presupuestaria para SITEL, el sistema integrado de interceción de telecomunicaciones. Un sistema en manos de Guardia Civil, Policía Nacional y CNI capaz de grabar tus llamadas, mensajes, tráfico de datos y de acceder a tu posición geográfica con solo tener el teléfono encendido... y sin control judicial. Un programa de vigilancia que fue aprobado por el PP y que luego fue utilizado para espiarles durante el proceso de la Gürtel. El karma es así de cabrón.
Contamos también con la colaboración de Luis de la Cruz, que nos habla de la historia del control social en los barrios de Madrid. Desde el Motín de Esquilache hasta el urbanismo de los PAUs, pasando por los serenos, los porteros y los jefes de edificio.
¿Canino? ¿Yo? No sé de que me habla, señor agente.
Con todo esto, tenemos ingredientes suficientes para parafrasear a la Bruja Avería:
¡¡Viva el mal, viva el control social!!
Tracklist:
01: L'Odi Social - «Ves a sapiguer qui era»
02: Malvina Reynolds - «Little boxes»
03: Barrio Sésamo - «Maná maná»
04: MCD - «Barrio blues»
05: Discharge - «State violence, state control»
06: Sage Francis - «Makeshift patriot»
07: Radici nel cemento - «Echelon»
08: PJ Harvey - «The glorious land»
Puedes escuchar este podkast en https://www.agorasolradio.org/podcast/barriocanino/vol-262-gritos-desde-el-confinamiento-viva-el-mal-viva-el-control-social/